Este fin de semana, en el Parque Forestal de Valdebernardo, se inicia el ciclo "Las Noches de Valdebernardo", organizado por la Mesa del mismo nombre de los Foros Locales del Distrito.
Living water |
La primera propuesta es el concierto de góspel del grupo "Living water" (viernes 5. 21:30 horas)
El coro Living water de Madrid es un proyecto musical nacido en 2007 con el propósito de dar a conocer el género gospel al público español. Ofrece gospel en estado puro, sin aditivos, cargado del mensaje de esperanza que transmiten cada una de sus canciones. Más de 70 voces y una banda formada por seis músicos. (Información obtenida de su página web)
El sábado 6, a partir de la retransmisión de la ópera "Il trovatore" en streaming desde el Teatro Real de Madrid. A las 20 horas, habrá una presentación didáctica a cargo del organista y educador musical Fernando Kruse. Y a partir de las 21:00 horas, la retransmisión.
DURACIÓN DE LA
RETRANSMISIÓN
Sábado, 6 de julio, 21.00 horas
Actos I y
II: 1 hora y 12 minutos
Pausa de
10 minutos
Actos III
y IV: 1 hora y 5 minutos
Dramma en cuatro partes
Música de Giuseppe Verdi
Libreto de Salvadore Cammarano, basado en la obra de teatro El trovador (1836) de Antonio García Gutiérre
Estrenada en el Teatro Apollo de Roma, el 19 de enero de 1853.
Estrenada en el Teatro Real el 16 de febrero de 1854.
Coproducción del Teatro Real con la Opera de Montecarlo y la Royal Danish Opera de Copenhague.
EQUIPO ARTÍSTICO
Director musical Maurizio Benini
Director de Escena Francisco Negrín
Escenógrafo y Figurinista Louis Desiré
Iluminador Bruno Poet
Director del Coro Andrés Máspero
REPARTO
El conde de Luna Ludovic Tézier
Leonora Maria Agresta
Azucena Ekaterina Semenchuk
Manrico Francesco Meli
Ferrando Roberto Tagliavini
Inés Cassandre Berthon
Ruiz Fabián Lara
Un mensajero Moisés Marín
Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real
Las funciones de Il trovatore cuentan con el patrocinio de Endesa
La retransmisión se lleva a cabo con el patrocinio de: Telefónica, Loterías y Apuestas del Estado, Mutua Madrileña, Redexis, ENIT (Organismo Oficial Italiano para el Turismo) y RTVE
MANRICO, EL HÉROE VERDIANO Y LA
FUERZA DEL DESTINO
Joan Matabosch
La acción dramática de “Il Trovatore” se sitúa en
Aragón en el siglo XV, durante la guerra civil que enfrentó al conde Jaime de
Urgell, pretendiente de la corona aragonesa tras la muerte de Martín el Humano,
y a Fernando de Antequera, de la rama de los Trastámara, finalmente coronado
rey por el Compromiso de Caspe (1412). Este es el contexto en el que se
desarrolla la tragedia homónima de Antonio García Gutiérrez estrenada en el
Teatro del Príncipe de Madrid en 1836 con un éxito memorable. Mariano José de
Larra, liberal e ilustrado, fue uno de los primeros en deshacerse en elogios y
en considerarla una obra “plenamente romántica”. Años después Benito Pérez
Galdós aseguraría que el texto de García Gutiérrez escondía “una médula
revolucionaria dentro de la vestidura caballeresca; en él se enaltece al
pueblo, al hombre desamparado, de obscuro abolengo, formado y robustecido en la
soledad: hijo, en fin, de sus obras; y salen mal libradas las clases
superiores, presentadas como egoístas, tiránicas, sin ley ni humanidad”.
Como afirmaba Larra, la obra es “plenamente
romántica” en primer lugar porque se desarrolla en el mundo de la caballería y del romance
medievales, que los románticos siempre prefirieron al mundo clásico: un
castillo, un campo de batalla, un claustro y una prisión son los espacios de la
trama; y en segundo lugar porque el protagonista se escapa radicalmente del
arquetipo del clasicismo, que era el del poderoso encarado a la responsabilidad
de su deber. Manrico, el protagonista de “Il Trovatore”, encarna la esencia
misma del héroe romántico trágico, obligado a jugar la partida de la vida con
unas cartas marcadas por un destino adverso: es un proscrito social que se cree
hijo de una gitana; es un rebelde comprometido políticamente con los Urgell, la
dinastía derrotada; es un alma sensible dedicada, como trovador, a componer los
poemas que cantarán los juglares, profesión revestida en la época de una aura
de marginalidad; rechaza las normas sociales y cualquier sentido de la
autoridad; y encima está enamorado de una dama de la corte en principio
completamente inaccesible, pero que pronto descubriremos que lo corresponde
desafiando ella también esas normas sociales, indiferente a la amenaza de que
su amante tenga un origen tan despreciable para los demás. Y, frente a Manrico,
el conde de Luna es la encarnación misma del antihéroe romántico: poderoso,
perteneciente a la facción de los victoriosos Trastámara, cruel, implacable y
rechazado por la dama que pretende.
Es precisamente en la figura de Manrico donde
convergen las dos obsesiones que enmarcan la acción, la pasión amorosa y la
pasión por la venganza, dos tramas que tienen por protagonistas a las dos
mujeres: la aristócrata Leonora, su amante; y la gitana Azucena, que lo ha
criado desde su nacimiento y a quien cree su madre. Manrico es, en ambas
tramas, la víctima trágica de las intrigas de los Luna. Y cuando, finalmente,
el conde de Luna encierra en prisión a la madre y al hijo y ordena la ejecución
del trovador, Azucena revela que Manrico es, en realidad, su hermano, que ella
había raptado recién nacido para vengar la muerte de su madre en la hoguera por
bruja pero que luego, incapaz de asesinarlo, había adoptado como un hijo
enfrentándose ella misma a terribles pesadillas presididas por la vieja
ardiendo en la hoguera y clamando venganza. Finalmente, muy a pesar de la
voluntad de todos los demás personajes, se acabará consumando esa venganza que
exigía la vieja desde la pira en su último aliento.
Será la fatalidad de este cruce de pasiones
amorosas y vengativas lo que llevará a que, sin saberlo, uno de los hermanos
ejecute al otro. Por eso Benito Pérez Galdós consideraba que “aquello de
resultar hermanos los dos rivales, también tiene su miga: no es otra cosa que
el principio de igualdad, proclamado de forma dramática”. Todo ello dentro de
la muy verdiana idea de una “fuerza del destino” contra la que se estrellan los
esfuerzos del héroe que, según Pierre Milza, “Verdi hizo suya desde el principio de su carrera (…) y alimentó toda
su obra, proporcionándole su tonalidad pesimista y prometeica. Pesimista,
puesto que el héroe verdiano es vencido al final, al igual que el hombre en su
lucha contra la muerte. Prometeica, puesto que, aunque sea desesperado, el
cuerpo a cuerpo con el destino legitima su existencia y fundamenta su
grandeza”.
Joan
Matabosch
Director
Artístico del Teatro Real
IL TROVATORE
ARGUMENTO
ACTO I
Dentro del
cuarto de guardia del palacio de Aragón, el capitán Ferrando ordena a sus
hombres que estén pendientes de Manrico, el trovador y enemigo del conde de
Luna. Fuera, el conde merodea impaciente bajo la ventana de Leonora, esperando
la llegada de Manrico. El conde está enamorado de Leonora, pero ella ama a
Manrico.
Intentando
que los guardas no se duerman, Ferrando cuenta un episodio de la historia del
conde: el conde tenía un hermano menor que quedó debilitado y enfermo por el
hechizo de una gitana muchos años atrás. Por ello el rey la condenó a morir en
la hoguera. Desde la pira, ella encargó a su hija Azucena vengar su muerte.
Azucena secuestró al bebé del rey y lo lanzó a la hoguera para que muriera
junto a su madre. A pesar del hallazgo de huesos de niño entre las cenizas, el
rey se negó a creer en la muerte de su hijo. Muchos años después, en su lecho
de muerte, encomendó a su hijo buscar a Azucena.
Leonora, en
su habitación, se confía a su amiga Inés, y le dice que ama a Manrico. Aunque Inés
muestra sus reservas, Leonora las desdeña. Leonora escucha la voz de Manrico en
la distancia y se apresura a salir a recibirle.
En la oscuridad, confunde al conde con Manrico, pero por suerte
enseguida aparece Manrico. Ella corre a su lado para abrazarle. Loco de celos,
el conde reta a Manrico a duelo. Este acepta el desafío a pesar de que Leonora
hace todo lo posible por impedirlo. Los dos hombres se pierden en la noche para
pelear.
ACTO II
A la caída
de la tarde, Manrico está sentado junto a la cama de su madre en el campamento
gitano mientras se oye a los gitanos entonar su canto. Azucena, que no ha
olvidado la petición de venganza de su madre, le cuenta a Manrico que, cuando
raptó al bebé del rey, se confundió de niño y arrojó por error a la hoguera a
su propio hijo.
Aun a
sabiendas de que no es su hijo biológico, Manrico le jura que su amor hacia
ella sigue intacto. Después de todo ella siempre ha sido cariñosa y leal con
él. Jura a su madre que la ayudará a obtener venganza, pero confiesa que es
incapaz de matar al conde de Luna. Le cuenta que aunque salió vencedor en el
duelo, sintió que una extraña fuerza le dominaba y le impedía acabar con la
vida de su enemigo.
Llega un
mensajero que anuncia que Leonora ha entrado en un convento creyendo que
Manrico ha muerto. Determinado a impedirlo, Manrico corre hacia Leonora, a
pesar de las objeciones de su madre. En el exterior del convento, el conde ha
preparado un plan para raptar a Leonora. La pasión que siente hacia ella es aún
más ardiente que antes. Cuando Leonora aparece con las demás monjas, el conde
pone en marcha su plan. Pero Manrico llega justo a tiempo para salvar a Leonora
y ambos huyen juntos del conde y sus hombres.
ACTO III
El
campamento del conde ha sido instalado no muy lejos de donde se encuentran
Manrico y Leonora. Ferrando entra con Azucena, a quien ha capturado cuando
merodeaba fuera. Ella alega que ha perdido a su hijo y lo está buscando. Cuando
el conde desvela su identidad Azucena se queda petrificada. En ese momento
Ferrando reconoce en ella a la mujer que raptó al hermano pequeño del conde, y
ordena que Azucena muera en la hoguera.
Manrico y
Leonora, enamorados y felices, están a punto de contraer matrimonio. Cuando van
a pronunciar sus votos, irrumpe Ruiz, amigo de Manrico, y cuenta que Azucena
está prisionera y condenada a morir en la hoguera. Manrico lo deja todo y corre
en su ayuda.
ACTO IV
Cuando
Manrico llega a las puertas de la prisión donde se encuentra su madre es
también capturado. Ruiz acompaña a Leonora a la cárcel y ella promete que le
salvará. Poco después llega el conde. Con el único fin de que su amado quede
libre, ella promete entregarse al conde, pero secretamente ingiere veneno. No
permitirá que el conde la haga suya.
Dentro de la
celda, Manrico consuela a su anciana madre, que finalmente se queda dormida
soñando con días más felices. Llega Leonora y apremia a Manrico para que escape.
Pero cuando este se entera de cómo ha conseguido llegar hasta él, se siente
traicionado y se niega a abandonar la celda. Enseguida el veneno empieza a
hacer efecto y Leonora se desploma en brazos de Manrico. Ella dice a Manrico
que prefiere morir en sus brazos a casarse con otro hombre.
Cuando el
conde entra en la celda, Leonora acaba de morir y ve su cuerpo exánime en
brazos de Manrico. Encolerizado, ordena
a sus hombres ejecutar a Manrico. Azucena se despierta y, cuando ve que la
ejecución ha tenido ya lugar, grita que su madre ha sido vengada: el conde ha
matado a su propio hermano.